Paz. ¡Cuánto el mundo la ha buscado, y la busca! En su nombre se han hecho muchas cosas, buenas y malas. Algunos la buscan en medicamentos; algunos intentan hallarla en una vida carente de todo tipo de conflicto, el pacifismo; otros en la religión. Pero la paz no es ninguna de estas cosas. La paz es una persona.
Este pasaje es una profecía sobre Jesús que Dios le dio al profeta Isaías:
Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6)
Ccomo vemos, entre los nombres que recibiría aquel niño de Belén está “Príncipe de paz”.
Pero Jesús no vino a traer la paz que muchos esperan o buscan. La paz de Jesús no es un tratado de no agresión entre naciones, ni la ausencia de conflictos en las relaciones humanas. Es mucho más. Es algo inigualable, imposible fuera Él. La paz que Jesús vino a traer es la paz entre Dios y los hombres. El establecimiento de un puente eterno que nos permite cruzar de la Tierra a la eternidad. Él es ese puente de paz. Solo por Él podemos cruzar.
Jesús es la paz en medio de la aflicción.
Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)
Jesús es la paz cuando el temor asoma por la ventana y quiere atarnos de pies y manos.
La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo. (Juan 14:27)
Jesús es la paz que no podemos explicar cuando todo a nuestro alrededor se desmorona.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento[a], guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7)
Si Jesús no hubiera venido a nacer, nunca conoceríamos la verdadera paz. Seguiríamos buscando aquí o allá y encontrando solo la paz temporal. Eso era lo que había en Israel cuando el Salvador vino al mundo. La mal llamada “pax romana”, algo que el imperio trataba de imponer por la fuerza y la opresión, y que era cualquier cosa menos verdadera paz. Por eso el profeta Miqueas declaró:
“Y Él se afirmará y pastoreará Su rebaño
Con el poder del Señor,
Con la majestad del nombre del Señor Su Dios.
Y permanecerán,
Porque en aquel tiempo Él será engrandecido
Hasta los confines de la tierra.
Él será nuestra paz.” (Miqueas 4:4-5)
Aquel pueblo tan angustiado, tan rodeado de tinieblas, tan…tan parecido al mundo de hoy, recibió la esperanza de la paz en la primera Navidad. Cristo es nuestra paz, quien nos dio vida estando muertos, quien nos hizo pueblo cuando no lo éramos y quien nos imputó su justicia para poder estar en paz con Dios para siempre.
Es cierto que este ha sido un año difícil, por momentos hemos sentido angustia, dolor, temor, tristeza, inseguridad, y mucho más; pero Cristo sigue siendo nuestra paz. Podemos descansar en Su obra y Sus promesas.
Además, mi querida lectora, en medio del bullicio de estos días, no olvidos que hemos sido llamados a proclamar el Evangelio de la paz, tenemos que compartir con otros lo que Dios nos ha dado en Cristo. ¡Tenemos que decirle al mundo que todavía puede encontrar la paz que tanto anhela!
Hoy me hago eco de las palabras de este viejo himno, escrito por Isaac Watts:
Al mundo Paz, nació Jesús nació ya nuestro Rey, el corazón ya tiene luz, y paz su Santa Grey, y paz su Santa Grey, y paz, y paz su Santa Grey.
Al mundo Paz, el salvador en Tierra reinará ya es feliz el pecador Jesús perdón le da Jesús perdón le da Jesús, Jesús perdón le da.
Al mundo Paz, él gobernará con Gracia y con poder: a las naciones probará su amor y su poder su amor y su poder su amor, su amor y su poder.
¡Feliz Navidad!
Wendy
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