La sección de libros cristianos en cualquier librería tiene mucho de un tema que, a decir verdad, no sé por qué está ahí. Son libros de autoayuda o mejoramiento personal. Libros que prometen enseñarnos cómo superar nuestros problemas, cómo alcanzar nuestras metas y sueños, cómo vivir la mejor vida, tener éxito, etc. A todo esto, se le incorporan algunos pasajes de la Biblia, por lo general fuera de su contexto, incluso algunos con la etiqueta de Evangelio y, por esa razón, terminan clasificados como libros de vida cristiana. Pero ¿lo son?
Si bien es cierto que en nuestro paso por este planeta tenemos mucho que aprender, que tenemos metas y planes y quisiéramos aprovechar bien el tiempo que el Señor nos conceda vivir, el Evangelio no es una receta para el mejoramiento personal y la Biblia no es un manual de autoayuda.
La Biblia es la revelación de Dios, Su historia redentora, donde el centro es Cristo y no nosotros. En los libros de mejoramiento personal, ¿adivina quién ocupa el centro? El ser humano. Todo se trata de nosotros y Dios se convierte en el coach o el genio de la lámpara.
El Evangelio no es una receta para el mejoramiento personal y la Biblia no es un manual de autoayuda.
El Evangelio es Cristo. Evangelio es una buena noticia para pecadores que no pueden hacer nada por sí mismos. Cristo no vino para mejorarnos; vino a morir por nosotros porque era la única solución para el problema del pecado que nos separa de Dios (Romanos 3:23). Cristo no vino para remendarnos, ni para ponernos un parche que nos haga lucir mejor. Él vino para hacernos nuevos (2 Corintios 5:17). El Evangelio es la mejor noticia porque sin Cristo estamos muertos y con Él, venimos a la vida (Efesios 2:1, 4).
La Biblia no es un libro de autoayuda porque la propia palabra autoayuda implica que uno mismo resuelve el problema. ¡Pero nuestro problema solo encuentra solución en lo que Cristo hizo en la cruz! Cuando nos acercamos a la Palabra de Dios con esta mentalidad no solo no hemos entendido el verdadero propósito de sus páginas, sino que estamos viviendo un falso evangelio. El evangelio del yo, el humanismo griego que sigue siendo popular hoy.
Si tú y yo podemos mejorarnos a nosotros mismos, ¿para qué necesitamos a Cristo y su sacrificio? Si la vida se trata de «ser mi mejor versión», entonces la vida se trata de mí y nada más. Dios ha quedado fuera de la ecuación porque me he puesto en el centro. Es el evangelio, con minúscula, que lamentablemente no solo se publica en muchos libros, sino que se predica en demasiados púlpitos.
Como sabes, yo también escribo libros, pero nunca he perseguido escribir para ser mejores sino para que cada palabra ponga en quien las lea un anhelo por conocer más y mejor al Dios de la Biblia y el poder del Evangelio para transformar nuestra vida, incluso en lo cotidiano. Así que con este breve artículo solo quiero invitarte a reflexionar. ¿Qué lees? ¿Qué escuchas? ¿Qué cautiva tu mente y llena tu corazón?
Cristo no vino para remendarnos, ni para ponernos un parche que nos haga lucir mejor. Él vino para hacernos nuevos.
Tenemos que ser muy cuidadosos porque se vende mucho disfrazado de Evangelio, pero no lo es. Se habla mucho de un dios, que no es el de la Biblia. ¿Y cómo saber la diferencia? Cuando conocemos bien la Palabra de Dios porque Él se revela en ella y ella nos lleva a Cristo. Oremos por discernimiento, por un deseo continuo de ir a la Escritura y por ojos que puedan ver la verdad del Evangelio, entenderla y atesorarla.
Gracias por leer y compartir,
Wendy
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