Es muy probable que en algún momento de tu vida te hayas sorprendido ante una reacción o pensamiento que nunca imaginaste tener. Sin embargo, sucedió. ¿Por qué? Porque tenemos un ADN de pecado que afecta cada fibra de nuestro ser y, aunque por la gracia de Dios en Cristo podemos ser regeneradas, este corazón humano seguirá luchando con sus tendencias pecaminosas hasta que sea glorificado, perfeccionado, en la eternidad.
En el salmo 19 leemos: «¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos» (v. 12). ¿Qué dice acerca de nosotros? Aunque creemos conocernos, en realidad no es así. ¡La verdad es que ignoramos mucho de lo que sucede en nuestro propio corazón! Esa es la razón por la que el salmo 139 termina diciendo:
Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
Y guíame en el camino eterno.
(vv. 23-24)
Nuestro corazón nos engaña, no lo conocemos realmente. Sin embargo, la Escritura también nos dice que hay alguien que nos conoce, ¡y muy bien! Alguien que reconoce nuestra debilidad, nuestra pequeñez, nuestra necesidad de ayuda y gracia cotidiana. Alguien que conoce los escondrijos del alma, los momentos de dolor, nuestras reacciones inesperadas. La Escritura enseña que Dios nos conoce como nadie más. Así es como lo describe el salmista David, inspirado por el Espíritu Santo:
Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda de que solo somos polvo.
Salmo 103:14
En un hermoso lenguaje poético el autor del salmo 103 nos hace recordar aquel momento de la creación en que Dios, del polvo de la tierra, formó al hombre. Dios nos creó y como Creador, conoce cada detalle de Su creación.
Dios conoce nuestros peores y mejores momentos, nuestros pecados y nuestras pequeñas victorias; pero ese conocimiento no lo aterra, tampoco lo impresiona. Él nos acepta en Cristo, por Su obra redentora en la cruz. Podemos ir confiadas delante de Él, pedirle que revele lo oculto, que nos guíe. Y, porque Dios nos conoce así, podemos confiar en Su obra en nuestra vida. Él sabe lo que es mejor, lo que necesitamos para crecer conforme a la imagen de Jesús.
El hecho de que Dios todo lo sabe se conoce en teología como la omnisciencia de Dios. Este es otro de Sus atributos, algunos también llaman a este atributo el conocimiento de Dios. Veamos algunas definiciones:
«Dios se conoce plenamente a sí mismo y [conoce] todas las cosas reales y posibles en un sol acto sencillo y eterno».[1]
«Dios lo conoce todo […] todos los eventos y todas las criaturas, del pasado, del presente y del futuro. Él está perfectamente familiarizado con cada detalle en la vida de cada ser en el cielo, en la tierra y en el infierno».[2]
Con Dios no tenemos que fingir, ni podemos hacerlo. Dios nos ve tal como somos, «se acuerda de que somos polvo» (Sal 103:14).
Nada está escondido del Señor, Él lo sabe todo: «No hay cosa creada oculta a Su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta» (He 4:13). La Escritura de hecho nos dice que Él conoce hasta el número de cabellos en nuestra cabeza (Mt 10:30).
Estos textos, entre otros, nos enseñan que el conocimiento de Dios es perfecto, infinito, lo abarca todo, incluso lo más oculto de nuestro corazón. Eso quiere decir que con Dios no tenemos que fingir, ni podemos hacerlo. Dios nos ve tal como somos, «se acuerda de que somos polvo» (Sal 103:14) y, no obstante, nos ama y nos escogió para salvación. ¡Ese conocimiento es maravilloso!
Dios conoce todo, nuestros peores y mejores momentos, nuestros pecados y nuestras pequeñas victorias; pero ese conocimiento no lo aterra, tampoco lo impresiona. Él nos acepta en Cristo.
El hecho de que Dios todo lo sabe —incluyendo el pasado, el presente y el futuro— implica que nada le toma por sorpresa. Podemos descansar en esa verdad. Hay muchas cosas que no podremos comprender de este lado del sol, pero entender que Dios todo lo sabe es paz para nuestro corazón.
Este artículo es parte de la serie Verdades. Estamos estudiando el carácter de Dios porque cuando la idea que tenemos acerca de quién es Dios no es fiel a lo que Él dice de sí mismo sino que es más bien el resultado de algo que hemos concebido en nuestra mente, ¡estamos en serios problemas! Si quieres leer el artículo anterior, haz clic aquí.
Gracias por leer y compartir,
Parte de este artículo es un extracto del libro Digno: Un estudio del salmo 103.
[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática, (Miami, Florida: Editorial Vida, 2007), 311, Kindle.
[2] A. W. Pink, The Attributes of God, (Pensacola, FL: Chapel Library, 2012), loc 245, Kindle.
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