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Foto del escritorWendy Bello

¿Será que no nací para ser esposa?

Hace poco me hicieron esta pregunta y me llevó a pensar cuántas mujeres más pudieran haberse cuestionado lo mismo alguna vez. ¿Es tu caso?


Cuando era una adolescente vi una serie televisiva española donde uno de los personajes principales, una chica joven, decía a menudo: “El matrimonio es como tener televisión con un solo canal”.  En las mentes jóvenes las cosas se graban fácilmente, y en la mía se quedó indeleble. (Por eso debemos ser muy selectivos con lo que vemos y ven nuestros hijos.)

Crecí en un país con una tasa de divorcio altísima, mis padres fueron parte de esas estadísticas también. Así que al escuchar aquella frase de “televisión con un solo canal”, yo pensaba que tal vez el personaje tenía razón. Y me asustaba mucho el matrimonio, pensaba que a lo mejor sería aburrido, difícil, imposible de lograr.

Vivimos en una generación donde el matrimonio cada vez es más denigrado, ignorado y hasta burlado. Dondequiera que miramos se nos proponen alternativas al  mismo. Y lo peor del caso es que una gran parte de la sociedad se ha tragado la mentira. Hollywood nos ha hecho mucho daño, en todos los sentidos. Pero uno de ellos es hacernos creer que es imposible tener un matrimonio feliz y duradero, que después de cierto número de años, es hora de “cambiar de canal”, etc.

La realidad es que sí, es más difícil trabajar para tener un buen que “cambiar de canal” cada vez que el programa no nos guste, envejezca o el tema del “capítulo” sea difícil como cuando vienen las crisis económicas o los problemas con los hijos. PERO a la larga, al igual que nos pasa con la televisión, andar “cambiando de canales” nos aburre, soltamos el control y apagamos el equipo.

¿Cuál es entonces la respuesta a la pregunta que recibí y que lleva por título este artículo? Pues, la verdad es que cualquier relación un humana tiene el potencial para ser difícil y complicada porque somos pecadores. El matrimonio es la unión de dos pecadores. Eso quiere decir que es la unión de dos personas egoístas, que por naturaleza buscan primero su propio bien; que también por naturaleza son orgullosas. Entonces, es normal que tengamos diferencias y que el rol de esposas nos parezca difícil.


Por otro lado, llegamos al matrimonio con el «equipaje» que hemos ido coleccionado a lo largo de la vida, ideas preconcebidas que quizá aprendimos en la familia, o en cualquier otro lugar; y si no tuvimos a alguien que nos enseñara cómo es el matrimonio a la luz de la Escritura, entonces las perspectivas de este mundo han ido permeando nuestra percepción acerca de esta relación.


Sin embargo, cuando venimos a Cristo, la Biblia nos enseña, que ya no somos esclavos del pecado sino que Cristo nos ha hecho libres y por eso podemos vestirnos de una nueva naturaleza, como dice Colosenses 3. Una nueva naturaleza de bondad, paciencia, humildad, mansedumbre. Una nueva naturaleza que nos permite amar incluso cuando es difícil. Como escogidos de Dios, enseña Colosenses, ese es nuestro llamado, vestirnos de esa naturaleza.


Entonces, en cierto modo es verdad, cuando nacemos no tenemos lo que se necesita para ser esposas porque ser esposa implica reconocer que dejo de ser yo sola para unirme a otra persona, para amarle y servirle, para estar a su lado y apoyarle, para poner sus intereses por encima de los míso. ¡Y eso es antinatural a nuestra naturaleza pecadora, pero no es imposible en Cristo!


Si te encuentras en esa situación, casada y dudando si puedes ser esposa, te recomiendo primero que nada orar al respecto, confesarle al Señor tu sentir. Considerar si tal vez el egoísmo o el orgullo están dominando tu corazón, y pedirle al Señor que, si es así, te ayude a verlo, y confesarlo. Ora para que el Señor te enseñe a amar a tu esposo como Cristo te ama a ti.


Ser esposa tiene sus propios retos, como todas las demás relaciones. En algún momento quizá te veas tentada a querer "cambiar de canal", pero recuerda que esta es una relación de pacto, con Dios como testigo. Su gracia es suficiente para cada día. Esos retos son oportunidades para que el carácter de Cristo se forme más en nosotras.

Han pasado 25 años, por la gracia de Dios, desde que comencé mi vida de esposa. Y aunque no siempre ha sido fácil, he visto la mano del Señor guiándome, enseñándome, y no cambiaría por nada mi vida con "televisión de un solo canal". :-)


Quiero recomendarte algo más. En "Una mujer sabia" dedicamos todo un capítulo a hablar de cómo ser de bendición para nuestros esposos. Si no lo has leído todavía, te invito a hacerlo. (Puedes obtener más detalles aquí.)


Hasta un próximo artículo,


Wendy


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